Hace unos días, este periódico
publicó una noticia que no creo que le haya pasado inadvertida a nadie. Ésta
era, dicho de forma vulgar: “En Gijón hay un chigre por cada cien habitantes”.
La primera reacción es de sorpresa. ¿Cómo es posible? Pero la reflexión seguro
que no pasó de ahí. Sin embargo, un análisis más profundo del tema nos puede
llevar a la preocupación. Efectivamente, si a esta noticia se añadiese otra en
la que se nos dijera cuántas bibliotecas hay en Gijón por habitante y cuál es
el número de usuarios (sería interesante que su periódico la publicase) se
completaría un cuadro que reflejaría una realidad concreta. Seguramente se
pondría en evidencia un problema grave de nuestra sociedad: un déficit cultural
que origina otro no menos grave: el déficit democrático.
Lo malo del caso es que estos problemas
pasan inadvertidos (no aparecen en liza durante las campañas electorales, por
ejemplo). ¿Cómo se puede resolver un problema que ni siquiera se plantea? Si
alguien tiene alguna duda sobre la repercusión del tema, le propongo la
siguiente cuestión: ¿Si se permutasen los índices de afluencia de los
ciudadanos que acuden a los bares con los que acuden a las bibliotecas,
estaríamos ahora arrojando miles de toneladas de bombas sobre Yugoslavia?
Gijón, 28-4-1999
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