El nombramiento en fechas
recientes del teólogo José María Díez-Alegría como Hijo Predilecto de Gijón nos
invita a hacer unas reflexiones sobre este gijonés, no sólo singular por la
lucidez mental que a sus 94 años exhibe, sino por su trayectoria vital que se
caracteriza por ser un modelo de coherencia y compromiso con unas ideas, en
este caso religiosas, que le llevaron a posiciones de exclusión y marginalidad
dentro de la Iglesia
católica a la que pertenece.
Llama la atención, sobre todo,
la interpretación que hace de la doctrina del que considera su maestro, Jesús,
totalmente diferente, incluso en muchos aspectos opuesta a la posición oficial
de la Iglesia. Desde
su radical alineamiento social y político con la causa de los más
desfavorecidos de la Tierra ,
materializado en el movimiento de la teología de la liberación, hasta su
rechazo a que la Religión
sea enseñada en las escuelas por considerar que así se instrumentaliza
políticamente la fe, pasando por la aceptación de los matrimonios entre homosexuales
o el derecho de las mujeres al sacerdocio en base a la igualdad de sexos, todo
ello nos transmite un mensaje tan claro como contundente: Díez-Alegría hace
compatible su fe, sus creencias religiosas con la democracia, de tal manera que
se puede decir que tanto él como el sector de la Iglesia , igualmente
marginado, que comparte sus ideas (los citados teólogos de la liberación o los
Teólogos de la
Asociación Juan XXIII, entre otros) han asumido valientemente
el espíritu de reforma que pretendió el Concilio Vaticano II, poniendo en
evidencia de manera lacerante el desfase entre una sociedad moderna que busca
superar las endémicas injusticias y desigualdades y una Iglesia católica
anclada en el pasado más oscuro y reaccionario.
Gijón, 3-1-2006
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