Si después de 30 años de la
muerte del dictador y veintitantos de democracia, aparecen en los medios de
comunicación individuos justificando la sublevación de militares y demás
fuerzas reaccionarias contra el Gobierno democrático de la República y utilizan las
mismas mentiras que los vencedores impusieron durante los casi 40 años de
dominio, es decir, que todos los que no pensaban como ellos, todos los que no
asumían los principios del nacional-catolicismo (forma que el fascismo adoptó
en España) eran gente peligrosa a la que había que exterminar, algo no funciona
correctamente.
Si propagandistas que se hacen
pasar por historiadores o terroristas en el sentido literal de la palabra
reconvertidos en terroristas ideológicos, como Pío Moa, divulgan su veneno
sobre amplios sectores de la población, debemos preocuparnos seriamente de
nuestro futuro.
Quizá sea pesimista, pero creo
que es eso lo que está pasando. Contribuyen a ello una serie de factores
negativos: unos dirigentes del principal partido de la oposición, atrincherados
en posiciones ultramontanas y reaccionarias; un resurgimiento de la jerarquía
católica que actúa como en sus peores tiempos, aprovechando su influencia
social para extender la cerrazón y la intransigencia y una clase política, en
general, mediocre y en absoluto a la altura de las circunstancias. Dos ejemplos
de esto último: el ínfimo nivel político que muestra el grupo municipal gijonés
del PP y la estupidez del intento de anexión por parte de nacionalistas
gallegos de una parte del territorio asturiano y la correspondiente respuesta
de políticos asturianos achacando el hecho a la falta de normalización del
bable en el oriente asturiano. ¿Caben mayores desatinos?
Gijón, 18-12-2005
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