¿Digo algo
que no sea una obviedad si afirmo que en una democracia la responsabilidad
última de la política la tenemos los ciudadanos que elegimos con nuestro voto a
los gobernantes? ¿No se infiere de esto la obligación que tenemos de
procurarnos información y conocimientos suficientes para tener una opinión o
criterio mínimos para votar? ¿No significa esto un compromiso permanente con la
política y, puesto que la política está íntimamente relacionada con la cultura,
un compromiso con la cultura? ¿Si la razón última de ser de los partidos
políticos es hacer que las sociedades avancen hacia la democracia, no deberían
dichos partidos desarrollar políticas eficaces de información, formación,
debates, etcétera, durante todo el año y no sólo en las campañas electorales,
en las que, por otra parte, no se informa sino que se hace propaganda? ¿No es
en lo hasta aquí expuesto donde se está fallando y por eso estamos estancados
en la evolución hacia sociedades más civilizadas?
En otro orden
de cosas, como el terrorismo es un tema central en estas elecciones (y
probablemente en las sucesivas) ¿no hay un paralelismo asombroso entre los
métodos reprobables y punibles de los terroristas que matan para conseguir sus
fines y los métodos empleados por Bush y sus coaligados, que bombardean la
población de Irak causando miles de muertos inocentes para conseguir unos fines
(recordemos: ‘conmoción y pavor’)? ¿Si, como está ocurriendo, no aparecen armas
de destrucción masiva, no será el verdadero fin de esta invasión el control por
parte Estados Unidos del suministro del petróleo de Irak, un fin en sí mismo
reprobable? Si, tal como afirman unos, la causa principal del terrorismo es la
injusta distribución de la riqueza, ¿no es la globalización neoliberal que se
basa en la ley del más fuerte la principal causante de los excluidos del mundo?
Estas son
algunas cuestiones que nos podemos plantear en estos días previos a las
elecciones y que nos pueden ayudar a decidir el voto.
Gijón, 23-5- 2003
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