lunes, 4 de agosto de 2014

Democracia o barbarie


Un colaborador habitual de este periódico, que se presenta como licenciado en Filología latina, se congratula en su artículo ‘Religión y barbarie’ (16 de junio) de que el actual ministro de Educación haya reforzado la Religión en las escuelas al convertirla en asignatura que cuenta en la nota final. Se evitarán, según él, dramas como el de esa pobre estudiante extranjera que lloraba al no entender el examen de arte que le pusieron en la PAU porque “había sido educada en el ateísmo”, de donde se deduce la estúpida idea de que los ateos no estamos capacitados para entender el arte.
También se alegra de la supresión de la asignatura ‘Educación para la ciudadanía’ porque, argumenta, enseñaba los valores morales y culturales fuera del contexto de la religión cristiana, lo cual es cierto. Pero lo que no sabe este hombre es que los valores que se enseñan en esa asignatura suprimida no son los cristianos sino los democráticos y su contexto es la Constitución que se fundamenta, no en el dogma religioso, sino en los Derechos Humanos. Porque, si algo enseña la historia es que la barbarie no se combate con religión -que más bien la crea, porque se basa en el dogma que es excluyente- sino con la democracia que, al basarse en la razón dialogante, permite el entendimiento y la convivencia.
Respecto a la necesidad de que los estudiantes conozcan la tradición cristiana, no hay ninguna duda. Pero no han de ser los curas o los profesores nombrados por los obispos los encargados de tal misión, porque darán, obviamente, a esa enseñanza un sesgo ideológico-doctrinario que no se corresponde con el carácter laico que debe presidir toda relación pública en un sistema democrático. ¿Nos liberaremos alguna vez los españoles de nuestro pasado fundamentalista?


                                                            Gijón, 17-6-2013

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