jueves, 14 de agosto de 2014

Cultura


Planteo al lector unas reflexiones sobre un tema en el que todos coincidiremos acerca de su importancia, pero que no parece que tenga su correspondencia en el tratamiento que se le da tanto a nivel político, como social, institucional, etcétera. Me refiero a la cultura.
¿Cuál es el nivel cultural de la sociedad? El filósofo Giovanni Sartori, en su libro ‘Homo videns. La sociedad teledirigida’ (Taurus) nos advierte del preocupante déficit cultural. Es más, sostiene que en la actualidad el ser humano ha emprendido el camino de retorno en su proceso evolutivo; una vuelta atrás, de manera que está pasando del ‘homo sapiens’ al ‘homo videns’. Ello se debe fundamentalmente a que ha dejado de adquirir conocimientos, de informarse, a través de la palabra o la lectura para hacerlo a través de la visión. Se informa principalmente por medio de la televisión. El empobrecimiento cultural que esto produce se debe, según el autor, a que, al presentarse la mayor parte del conocimiento, el saber, bajo formas abstractas, éste difícilmente se puede adquirir por la televisión que sólo puede transmitir cosas materiales, tangibles. Propone Sartori, consecuentemente, sustituir la televisión por los libros.
Otro autor, Jean-Claude Michéa, es más pesimista aún en su libro ‘La escuela de la ignorancia’ (editorial, Acuarela libros). Afirma, nada menos, que la ignorancia generalizada que se observa en nuestras sociedades no es producto del azar, sino que es una consecuencia intencionada: es el resultado de un plan concebido y ejecutado por los auténticos detentadores del poder: las principales compañías transnacionales. Este macabro plan, que tiene un nombre: tittytaimment (de tits-pechos y entertaimment-entretenimiento, diversión), consiste en crear, para lograr la gobernabilidad del mundo, sociedades embrutecidas y con niveles de alimento y diversión suficientes como para mantener de buen humor a la población frustrada del planeta.
¿Realidad? ¿Ciencia ficción?


                                                                                  Gijón, 28-7-2003

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