viernes, 15 de agosto de 2014

Bases de la enseñanza


Creo que la enseñanza ha de ejercerse con base a tres principios: ser pública, laica y de buena calidad.
Pública, porque al ser la enseñanza un derecho fundamental de la persona, el Estado ha de asumir la responsabilidad de que la reciban todos en condiciones de igualdad, sin discriminación alguna ni por razones económicas, ni de raza o religión, ni por el lugar de residencia, etcétera. Igualmente, no puede ser objeto de especulación por parte de nadie.
Laica, porque por medio de la enseñanza los niños (y los adultos) han de descubrir el mundo a través de la razón, del conocimiento y no de la fe. Muy atrás queda ya en el tiempo la época de la Ilustración en donde el ser humano se propuso el desafío cultural del ‘Atrévete a saber’, y más atrás aún, cuando un filósofo, Sócrates, nos proponía como ideal de vida luchar por superar la ignorancia.
Finalmente, de calidad, porque la enseñanza tiene una enorme importancia para la vida del futuro adulto y para el desarrollo de los pueblos. Pero la calidad no ha de basarse en el principio de la competitividad. Éste es un error en el que se incurre en los tiempos actuales, dominados por la globalización neoliberal: considerar la competitividad como la panacea del progreso. La competitividad es la aplicación (o continuidad) entre los seres humanos de la ley de la ‘selección natural’ o ‘ley del más fuerte’. Es decir, es la lucha entre unos y otros, no sólo por la supervivencia como en el caso de los animales irracionales, sino, en nuestro caso y muy a menudo, por acaparar bienes inmensos dejando a otros desprovistos de lo más elemental. Es precisamente a través de la cultura que proporciona la educación como el hombre puede superar este estadio primitivo para comportarse según principios de solidaridad, cooperación, responsabilidad, deberes, derechos, etcétera, o, dicho de otro modo, es por ese camino por donde hay que circular para avanzar hacia la democracia.


                                                                  Gijón, 20-4-2001

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