La crítica que hace el autor de
la carta ‘Hacienda y los exemigrantes’, publicada en este periódico el 13-5-14,
contra los emigrantes retornados (insinúa que son unos pícaros), es
particularmente lamentable por pertenecer él mismo a este colectivo. Esto es
así porque, además de desconocer aspectos importantes sobre el tema que trata
(la tributación de los retornados españoles a Hacienda), muestra muy poca
solidaridad y empatía hacia los que están en sus mismas condiciones. Digo
empatía porque cualquiera sabe que los millones de españoles que a lo largo de
la historia tuvieron que emigrar (y siguen emigrando) al extranjero lo
hicieron, la mayoría de ellos, para poder sobrevivir. Fueron doblemente
víctimas: aquí, porque la sociedad les excluyó del mercado laboral y allí,
porque tuvieron que hacer los trabajos que los nativos no querían. Los
españoles debemos un reconocimiento especial hacia estas personas, porque su
sacrificio redundó en beneficio de todos por las importantes remesas económicas
que trajeron a España (aparte de paliar la grave situación social que el
endémico paro español origina).
Así las cosas, nos encontramos
con que este Gobierno pretende cobrar con carácter retroactivo -y, al parecer,
con sanciones- impuestos por las míseras pensiones que les llegan del
extranjero. La indignación de este colectivo está más que justificada porque,
aparte de las razones arriba expuestas, no fueron informados adecuadamente
según todos los indicios. Pero hay otra razón de peso que convierte esta
pretensión del Gobierno en una ofensa: el reciente indulto concedido a los
grandes defraudadores, cifrado en miles de millones de euros. Esto pone en evidencia,
una vez más, que este Gobierno defiende a los ricos y castiga a los pobres.
Gijón, 15-5-2014
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