El resultado
de estas elecciones y las circunstancias dramáticas en las que se produjeron
son tan evidentes que resulta imposible una interpretación equivocada. Fueron
muchos los españoles a los que se les cayó la venda que cubría sus ojos en
estos tres fatídicos días que van desde el 11 al 14 de marzo y vieron la cruel
realidad: el tremendo error que cometió el Gobierno de Aznar en la guerra de
Irak. Otros muchos siempre tuvieron esa certeza. Fueron todos los políticos de
la oposición parlamentaria que desde el primer momento clamaron inútilmente
contra esta guerra y los millones de ciudadanos que invadimos las calles
gritando “no a la guerra”. La lección es demasiado dura como para que no la
aprendamos. No sirvieron los miles de inocentes muertos en Irak, víctimas de
esta barbarie, que tuvieron que ser casi 200 españoles los que dieran su vida.
Tanto dolor y sufrimiento no pueden ser estériles, tienen que servir para que
se produzca un cambio de política. Una política que tenga en cuenta que es
inadmisible que el 20 por ciento de ciudadanos del mundo vivan sobresaturados
de bienes materiales y otros tantos carezcan de lo más elemental para la vida.
La lucha antiterrorista no puede hacerse con guerras preventivas como las
emprendidas por los actuales gobernantes norteamericanos y sin tener en cuenta
las causas que producen el terrorismo como equivocadamente mantuvo el derrotado
Aznar. La lucha antiterrorista se hace profundizando en la democracia, haciendo
que ésta tenga significado real y no se reduzca a meros actos rituales. Porque
más democracia significa más justicia social, más participación responsable, un
reparto más equitativo de los bienes.... Esta tarea nos incumbe a todos, pero
especialmente al próximo Gobierno del PSOE. Es de desear que acierte en su
cometido.
Gijón, 16-3-2004
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