Estas fechas, en que por
tradición (mantenida más por intereses económicos que por otra cosa) solemos
ponernos tiernos y sentimentales, son tan buenas como otras cualquiera para
hacer un balance de lo queremos hacer de nuestras vidas, y, al estar éstas
últimas íntimamente vinculadas al acontecer histórico y político, es en torno a
estos dos parámetros donde tenemos que situar las reflexiones.
Analizar el pasado para
comprender nuestro presente se hace imprescindible, si queremos proyectar un
mundo mejor y más justo. Esto supone adquirir o reforzar el compromiso personal
y colectivo con la cultura. Una cultura que está muy poco valorada, y yo diría
que hasta denostada por nuestra sociedad, pero que se hace imprescindible para
conocer y entender la realidad, que, por otra parte, está siendo manipulada hoy
día desde múltiples frentes.
Sólo desde el criterio propio y
la opinión bien formada podremos asumir el segundo compromiso al que nos obliga
la democracia: el compromiso con la política, porque es a través de ésta como
podremos transformar la realidad.
Son muchos los hechos que
prueban que la política está en las peores manos. La penosa exhibición dada por
nuestros políticos en la
Comisión de Investigación del 11-M puso en evidencia hasta
qué punto personas que deberían representar la pueblo están ajenas a él. Bastó
la dramática intervención de doña Pilar Manjón, víctima del atentado, para
constatar el abismo que separa a los políticos de los ciudadanos.
Y, sin embargo, es obligado
insistir que la única manera que tenemos de hacer realidad nuestro deseo de
lograr un mundo mejor, más justo y, por tanto, pacífico, es profundizando y
desarrollando la democracia. Y los partidos políticos constituyen una pieza
fundamental de ella.
Gijón, 26-12-2004
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