Uno no puede menos que sentir rabia e impotencia
cuando tiene que contemplar delante de sus narices, tanto cretinismo y
manipulación de la realidad como es habitual. Me estoy refiriendo, en este
caso, al espectáculo circense, que sería cómico si no resultase patético por
sus efectos, que están dando los bablistas en los últimos tiempos en este nuestro
castigado Principado.
Éramos pocos y parió la abuela. Teníamos pocos
problemas laborales, económicos, sociales, y de todo tipo, con un futuro en
perspectiva que de tan negro no se ve, y aparecen estos individuos sin ningún
respeto ni pudor, armando la bronca a quien se le ponga por delante, amenazando
con lo que pueden (el numerito mediático de su autoexclusión de la Iglesia debería quedar
recogido en los anales de la estupidez humana) para presionar a los políticos
(en esto son bien espabilados, pues conocen su punto flaco) a fin de forzar la
imposición de sus deseos.
Y qué decir de la esperpéntica encuesta que, sobre
el nivel de aceptación de la cooficialidad del bable se daría en la sociedad
asturiana. Hasta un 60 por ciento apoya tamaño despropósito. Cuando se
prescinde de la razón y la ignorancia campa por sus respetos, la realidad se
moldea a la carta. Tengo que decir que en el entorno en que me muevo, son muy
pocos los que sienten afinidad por el bable, siendo la gran mayoría indiferente
al tema. Es más, creo que, como vaya alguien a los trabajadores, ‘quemados’ la
mayoría de ellos por las condiciones laborales cada vez más penosas, con estas
historias de la cooficialidad lo más probable es que los ‘escorran a gorrazos’.
Pero lo más penoso de todo esto es que una
organización política, IU, que tenía que estar codo con codo con las víctimas
de la crisis regional, con especial preferencia de los trabajadores, haya
cometido el error de embarcarse en esta mala aventura. Lo pagará caro, mejor
dicho, lo pagaremos caro los trabajadores que necesitamos de esta organización
para la defensa de nuestros derechos, porque no tenemos otra.
Afortunadamente, no todo es insensatez y se levantan
voces lúcidas, como es el caso de los dos artículos que, opinando sobre el caso,
salieron recientemente en su periódico. Uno es “Perplejidades habituales”, de
Alberto Piquero y el otro “El asturiano, entre la realidad y las encuestas”, de
Ramón G. Avello. Ni qué decir tiene que subscribo todo lo que dicen. Destacar,
no obstante, alguna de sus reflexiones. Una, la que expone Piquero en el primer
párrafo de su escrito. Resulta más que obvio que personas que reivindican el
bable como idioma cooficial no tienen nada que decir, ni una puñetera idea, por
eso les da lo mismo hablar en español, en bable o en arameo. Si disponiendo de
una lengua, el castellano, riquísima como medio de comunicación y de cultura,
tenemos tantos problemas para entendernos, imagínense hablando bable; sería el
despipote. Respecto a lo que alude en sus dos últimas frases, decir, que,
efectivamente, harían bien los bablistas en mirar para otro lado, hacia la
riquísima cultura europea, empezando por los clásicos, pongo por caso, para ver
si aprenden algo y no volverse cegaratos mirando hacia la nada como son las cuatro
tradiciones más o menos folclóricas que representa la cultura asturiana.
¿Llegará el día en que la sociedad asturiana sea
capaz de encarar con seriedad y rigor su crisis regional para dar pasos hacia
su solución?
Gijón, 28-8-2002
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