miércoles, 13 de agosto de 2014

Ayuda al tercer mundo


Hace unos días hemos vuelto a contemplar las duras imágenes de docenas de cadáveres desfigurados de emigrantes subsaharianos diseminados por las playas de nuestro litoral. Supongo que, aparte de algún sentimiento de piedad -puede que ni eso- el hecho no nos haya merecido ninguna reflexión, hasta tal punto este sistema neoliberal nos ha vuelto insensibles y resignados -y también impotentes- a aceptar el nuevo orden establecido. Pero, a poco que nos interesemos por las causas de tales tragedias encontramos explicaciones tan directas y claras como las que expongo a continuación.
España destinó en 2002 el 0,26% de su PIB a la ayuda oficial al desarrollo, un porcentaje ligeramente inferior al de hace una década y muy lejos del 0,7% estimado necesario por los países desarrollados. Pero, además de la manifiesta racanería de este Gobierno, nos encontramos con el miserable criterio con el que se establecen estas ayudas. Las donaciones al África subsahariana, azotada por las hambrunas, las guerras y el sida, se redujeron a la mitad desde 1997 a 2001. Además no les perdonamos ni un céntimo. En 2001 y 2002, tres de los países más míseros del planeta, Etiopía, Camerún y Uganda, tuvieron que devolver a España como reembolso de créditos que les habían sido otorgados años atrás 23,5 millones de euros mientras que ingresaron 3,6 millones como donaciones de nuestro país. Por el contrario, países como Afganistán, Pakistán e Irak, que obsesionan a Washington, han pasado a figurar entre los primeros receptores de la ayuda española.
Finalmente, hay que destacar el papel preponderante que se asigna al ejército en tareas humanitarias (cuya eficacia y adecuación son más que discutibles) en detrimento de otros instrumentos más válidos en la lucha contra la pobreza.


                                                                               Gijón, 8-11-2003 

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