martes, 5 de agosto de 2014

Así no podemos seguir


Con la que nos está cayendo, es de suponer que haya muchos ciudadanos preguntándose, bien a título personal, bien en grupos creados al efecto, por la posible salida de esta pesadilla. Porque, si algo ha quedado claro, es que somos nosotros, los ciudadanos de a pie, víctimas de la brutal agresión neoliberal, los que tenemos que buscar las soluciones, ya que los políticos no lo van a hacer por sí mismos. Como creo que no se trata de inventar nada nuevo, sino de conocer y aplicar lo conocido, resulta conveniente recurrir a los libros u otro tipo de textos que, escritos por personas bien informadas, nos dan pistas de por dónde hay que tirar.
Uno se esos libros puede ser ‘Así no podemos seguir. Participación ciudadana y democracia parlamentaria’, de Paul Ginsborg. Tal como anuncia el título, el autor propone hacer realidad la democracia participativa-representativa. En esencia se trata de que grupos de ciudadanos, informados y políticamente activos -la sociedad civil- actúen sobre los partidos políticos, controlando el comportamiento de sus dirigentes. Concretamente, dice Ginsborg: “La renovación probablemente se basará en una alianza abierta y sincera entre los grupos de la sociedad civil y los miembros de las bases de los partidos”.
El autor toma esta idea de una cita de John Dunn: “En la república democrática moderna, son los ciudadanos quienes deben cambiar por propia iniciativa. No pueden esperar que el Estado lo haga por ellos. Para que los fines que rigen el poder del Estado dentro de esos sistemas de gobierno sean más sensatos, menos miopes o más austeros, somos nosotros quienes tenemos que cambiar, no los Estados a los que pertenecemos”. Y da las claves sobre la manera en que tenemos que cambiar: en esencia, retomando muchos de los valores de la antigua democracia griega, como, por ejemplo, el concepto de interés público, inspirado en valores de ciudadanía, equidad y servicio.
En definitiva, Ginsborg propone “un reformismo participativo por el que la política no queda confinada a las instituciones, sino que implica al pueblo en su funcionamiento, le confiere elementos de control sobre ella y crea una dinámica continua de cultura cívica y deliberación”.


                                                            Gijón, 17-2-2013

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