Hace algún tiempo el escritor y
filósofo Rafael Argullol, publicó en la prensa un excelente artículo que
titulaba “Los necios y los canallas”. En el mismo, después de analizar la
auténtica naturaleza de nuestra época, concluía diciendo que ésta se
caracteriza por “la complicidad de los necios y los canallas. Los necios casi
nunca saben que lo son y los canallas casi nunca reconocen serlo, pero unos y
otros, alimentándose mutuamente, han acabado creyendo que en el mundo sólo hay
lugar para ellos”.
Este preámbulo viene a cuento
para comentar el artículo “Un ruido de sotanas” de Cesar Alonso de los Ríos,
publicado en este periódico el 10 de octubre. Afirmar como hace este hombre que
la persecución que sufrió la Iglesia Católica en España durante la Segunda República
fue debido al anticlericalismo reinante es verdad, pero omitir en ese análisis
el contexto histórico en el que se produjo, el papel secular que desempeñó la Iglesia al lado de las
fuerzas más reaccionarias, oponiéndose a la entrada de las ideas democráticas
que con gran esfuerzo se extendían por Europa, o el protagonismo que asumió en
la dramática persecución, hasta el exterminio, desencadenada por el régimen
franquista contra los defensores de la legalidad democrática que suponía la República , es una
canallada.
Es evidente que en opinión del
actual Gobierno, de su partido (PSOE) y de millones de españoles, tanto la Iglesia Católica
como el resto de las confesiones religiosas han de ocupar el espacio
perteneciente al ámbito de lo privado, no de lo público. Pretender lo contrario
va a suponer encontrar una firme oposición, llámese ésta anticlericalismo
o de cualquier otra manera.
Gijón, 10-10-2004
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