jueves, 7 de agosto de 2014

A vueltas con el laicismo


En la columna publicada en este periódico, titulada ‘Laicismo, cultura y religión’, se denuncia lo que su autor define como “tosca campaña de laicismo militante alentada desde ciertos estamentos del poder”. El argumento en que se basa para tal crítica es que “todos pertenecemos a un ámbito cultural surgido a partir de una religión”. Y da por sentado que este hecho hay que aceptarlo porque de lo contrario, dice, “solo nos quedará el vacío”.
El autor está negando una de las mayores conquistas de la Modernidad: la libertad del ser humano para romper las ataduras y servidumbres que, desde tiempos inmemoriales, han impuesto las religiones a los hombres. Este proceso, que tuvo lugar en Europa desde el Renacimiento al Siglo de las Luces, estableció la razón como base de la convivencia, en la esperanza de que, al ser aquélla patrimonio común del género humano, podría facilitar el necesario entendimiento, cosa que las religiones, tal como demuestra la historia, no pueden lograr.
Existen una cultura y una ética laicas que trascienden a las religiones. Son las que emanan de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que sirven de fundamento para las Constituciones democráticas del mundo. Declaración que, es obligado decir, no es reconocida por el Estado Vaticano, por lo que éste se inhibe de su cumplimiento.
Respecto al ámbito cultural católico, que según el artículo tendríamos que asumir los españoles, se pueden decir muchas cosas. Citaré solo una: fue ese ámbito cultural el que sirvió de base para poner en marcha lo que se llamó Cruzada Santa contra la II República española (fundamentada, por cierto, en una Constitución democrática) y para tener durante los 40 años siguientes sometidos a los españoles.


                                                                    Gijón, 25-11-2010

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