Con motivo de
la celebración del 25 aniversario de la aprobación de la Constitución se han
producido actos conmemorativos, discursos, opiniones de políticos,
comentaristas, cargos públicos, etc. Es natural que los ciudadanos de a pie,
que somos la mayoría, nos pronunciemos también y hagamos balance. Máxime, si
uno se encuentra con que no se siente identificado con los discursos de los que
dicen representarnos.
Porque ésa es
mi primera valoración: la palabra hueca, el discurso vacío de la mayoría de los
políticos. La segunda es que el sentimiento que experimento en este 25
aniversario es de frustración. Las esperanzas de un mundo mejor, más justo,
donde los trabajadores íbamos, al fin, a ser personas con derecho a
participación en las empresas, tal como se recoge en el artículo 35 de la Carta Magna (concepto
del trabajo como derecho y deber y aplicación del Estatuto de los Trabajadores
como medio de integración en las empresas) se ha saldado con un rotundo
fracaso. Pero, lo que es peor, todos, incluso los trabajadores, hemos asumido
que se nos haya convertido en una mercancía más del mercado global.
Ello es así
como consecuencia de la primacía del llamado ‘pensamiento único’, término con
el que se designa la ideología neoliberal. Porque, y esto es lo más importante
ocurrido desde la fecha que celebramos, en la lucha entre la derecha y la
izquierda que entonces se libraba, la balanza se inclinó sin apelación posible
por la primera. La globalización neoliberal domina el mundo para beneficio de
una minoría de privilegiados y exclusión de la mayoría.
Una última
reflexión: esto ha sido así porque los partidos que representan a la izquierda
y los sindicatos no han sabido adaptarse a los enormes cambios producidos.
Gijón, 8-12-2003
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