miércoles, 28 de septiembre de 2022

Metafísica I

Realidad y materia

La triple perspectiva: ontológica, óntica y metodológica

El materialismo abarca una triple perspectiva: ontológica, óntica y metodológica.

Desde la perspectiva ontológica el concepto de materia tiene que ser consecuente con la pluralidad ontológica que nos muestra la realidad. Por ello no puede ser obtenido a partir de las ciencias, sino que hay que buscarlo en la filosofía, es un concepto ontológico. Dicha postura ontológica conjuga, pues, el monismo con el pluralismo; todo es materia, pero dicha materia se manifiesta en infinidad de modos distintos. La materia es un conjunto de intensidades y cada modo es un nivel de intensidad diferente.

También desde el punto de vista ontológico, el materialismo es un concepto trascendental que solo puede obtenerse mediante un regreso destructor de las materialidades concretas y es una condición de posibilidad de dichas materialidades.

A un nivel Óntico la materia podría concebirse como un sustrato energético molecular, en continua evolución, que adopta diferentes estructuras, según los distintos niveles de la realidad. Esta es una concepción neovitalista de la materia.

Desde el punto de vista metodológico, el materialismo es un imperativo: el imperativo de la inmanencia, consistente en la exigencia de no aceptar explicaciones de tipo trascendente a los fenómenos y, por otra parte, de desarrollar una idea de la materia que sea capaz de acoger la pluralidad de la experiencia.

Por todo ello la idea de materia no puede ser nada fijo, sino que evoluciona para ajustarse a los campos nuevos de la realidad que la ciencia va descubriendo.

Según G. Bueno, el materialismo es el resultado de una metodología crítica: la crítica a la tesis de la unidad del ser, es decir, a la idea de una armonía constitutiva del Universo.

El materialismo debe ser también un estructuralismo, según el cual los elementos se presentan ordenados en estructuras relativamente independientes entre sí, y cuyos efectos suelen ser locales.

Finalmente, el materialismo crítico como doctrina es lo suficientemente amplio como para acoger en su seno las aportaciones previsibles de la ciencia.

Las ontologías materialistas de Ferrater y Bunge

Pensadores en estrecho contacto con la ciencia y la filosofía de la ciencia, como Ferrater y Bunge, han desarrollado ontologías materialistas bastante potentes en nuestra época.

El materialismo de Ferrater es emergentista, evolucionista y racionalista a la vez. Es un pensamiento pluralista que estratifica la realidad en cuatro niveles: físico, orgánico, social y cultural, entre los que establece relaciones de continuidad.

Por su parte, Bunge desarrolla una ontología materialista que integra en su seno a unas concepciones materialistas de la vida, de la mente y de la cultura, basadas todas en la idea de que “todo ente material es cambiable cuando menos en lo que se refiere a su posición respecto a otros entes materiales".

Para Bunge el materialismo no es una filosofía única sino una familia de ontologías que tienen en común la tesis “cuanto existe realmente es material”, o la tesis inversa de que “los objetos inmateriales, tales como las ideas, carecen de existencia independiente de las cosas materiales, tales como los cerebros”. El materialismo de Bunge caracteriza un objeto material como aquel que puede estar por lo menos en dos estados, de modo que puede saltar de uno a otro. Y, dado que la materia es un conjunto, es decir, un objeto abstracto, no existe de manera en que existen los objetos materiales y no es material a la vez. Para Bunge la realidad es idéntica a la materia, es decir, los únicos objetos reales son materiales.

El materialismo de Bunge es un monismo substancial, solo hay una substancia, pero es un pluralismo de propiedades. Este materialismo burgeniano es emergentista y distingue varios niveles de entes: físico, químico, biológico, social, técnico.

La cuestión mente-cuerpo

Hay dos problemas fundamentales que se plantean a un pensamiento materialista: el llamado mente-cuerpo, que supone una reedición moderna del problema clásico entre el cuerpo y el alma, y el elaborar una teoría materialista de la cultura.

Según Bunge, el enfoque materialista del problema mente-cuerpo supone que su objeto de estudio es el sistema nervioso central y, en particular, el cerebro. Esto supone que la mente no es un ente separado del cerebro, sino más bien la colección de actividades del cerebro o algunos subsistemas del mismo, que surge de manera emergente en algunos animales dotados de sistemas nerviosos de gran complejidad.

Consecuencia de ello es que no hay un alma o un yo que sería el sujeto de los actos mentales, como hay un cuerpo que es el sujeto de los actos corporales; la conciencia de sí mismo no es sino una operación ejecutada por un organismo que relaciona ciertos procesos neurales en un contexto que podemos llamar “sí mismo”, de manera metafórica, pero no hay un fantasma en la máquina, como un piloto en un navío, como ya denunciaba Ryle.

Materialismo cultural

En cuanto a la posibilidad de una teoría materialista de la cultura, ésta comienza a desarrollarse basándose en el trabajo de antropólogos como Martin Harris, padre del materialismo cultural.

Bunge esboza una teoría de la cultura según la cual las culturales constituyen uno de los cuatro tipos de actividades que mantienen unida una sociedad, siendo los otros tipos: las biológicas, económicas y políticas. Toda sociedad es un sistema que consta de tres subsistemas  principales: la economía, la cultura y la política, cada uno de los cuales constituye un conjunto de relaciones sociales centradas respectivamente en la producción material, la producción cultural y la administración política, y que ponen en funcionamiento el trabajo material, el trabajo cultural y el trabajo administrativo.

 

Comentario de texto

Es usual contraponer “ideología” a “ciencia”. A su vez, la palabra “ciencia” envuelve una ambigüedad característica. En un sentido muy general, parece poder significar simplemente el descubrimiento, la potencia o presencia de la cosa. Por otra parte, parece justo restringir “ciencia” al significado de saber óntico, contraponiéndola a la ontología. Pero, además, si tenemos en cuenta que la Edad Moderna acuña un concepto rigurosamente propio de cuál es el verdadero conocimiento de lo ente, la palabra “ciencia” parece destinada a designar únicamente este modo modernamente válido de saber óntico. La asunción ingenua de este último sentido de la palabra “ciencia” como idéntico con el primero, sin saber siquiera que se está asumiendo sentido alguno, sin darle siquiera expresión consciente, y, por tanto, rehusando preguntar qué supuestos hay en él, es la actitud del positivismo. Para el positivista, lo “científico” es simplemente lo que vale, lo verdadero en general.

En la usual contraposición de “ideología” y “ciencia”, la ”ideología” aparece, pues, como una especie de deformación de la imagen de la realidad con respecto a una “realidad verdadera” o a una “realidad en sí”. Esa “realidad en sí” o “realidad verdadera” sería el objeto y contenido de la ciencia; ésta expresaría la constitución, las “leyes”, de la realidad verdadera, no deformada por la ideología. (F. Martínez Marzoa, la Filosofía del Capital, Cap. VIII).

En la interpretación, que tradicionalmente se hace de la filosofía de Marx, suele contraponerse la ideología, entendida como supraestructura, a la propia estructura o base económica (el sistema de producción), estableciéndose un orden jerárquico: el sistema de producción determina la ideología.

Sin embargo, Martínez Marzoa rechaza en la presente obra tal afirmación por considerar que no responde a las intenciones de Marx (así como rechaza también la interpretación que se suele hacer del materialismo histórico marxista)

Efectivamente, para Marx la llamada estructura económica de la sociedad moderna es una construcción ontológica (esto es, un qué significa ser), lo cual equivale a identificar, en Marx, la ontología (la filosofía) con el análisis de eso que se entiende como “base real o económica”.

Partiendo de esta tesis, Marzoa trata de deshacer, en el texto objeto del comentario, algunos equívocos que conducen a la falsa interpretación del concepto de ideología que se atribuye a Marx.

El texto dice que es usual contraponer ideología y ciencia, pero esta segunda palabra suele revestir ambigüedad. Así, para el positivismo la ciencia no tiene carácter ontológico, de ahí que en esa corriente filosófica la ciencia se limite a mostrar lo óntico, es decir, los entes. En cambio, en el marxismo la ciencia tiene carácter ontológico, ya que ’El Capital’ de Marx es una explicación ontológica de la teoría del valor.

Es, pues, la falsa contraposición entre ideología y ciencia lo que lleva a interpretar la primera como una imagen deformadora de la realidad verdadera, que sería, según esta tesis, el objeto de la ciencia.

Por otra parte, esta tesis encierra la paradoja de que, aún siendo una “sociedad” lo que se menciona como “base”, la explicación de la ideología por esa “base” se sitúa en mecanismos que operan sobre el nivel individual como una influencia de “las condiciones sociales” sobre el cerebro o la psique del hombre.

En cambio. Estas consecuencias son enteramente ajenas a cualquier aspecto de la obra de Marx, cuyo rigor, a la hora de considerar al individuo como responsable de sus actos, nada tenía que envidiar a Kant.

Por otro lado, Marx no estableció como concepto general y previo eso de la “base”, la “ideología” y la determinación de la segunda por la primera, porque no estableció un concepto general previo de “modo de producción” o de “estructura económica”, para luego pasar a un caso concreto de ese concepto general (a saber: el caso moderno), sino que cualquier concepto general de ese tipo es una abstracción posterior a partir de algo singular que Marx logra descubrir como naturaleza y destino del mundo moderno. Por lo mismo, no hay un concepto general de “ideología”.

Lo que hay es que Marx, al descubrir aquella estructura ontológica que él designa como “modo de producción moderno”, encuentra que la misma es de tal índole que la propia actuación de ella genera una determinada apariencia de ella misma para sí misma, apariencia distinta de la manera en que esa estructura aparece para “nosotros” (es decir: para el propio análisis que Marx realiza). Esto es lo que se entiende al diferenciar entre forma y sustancia.

 

Examen de Metafísica I

Uned, Gijón. 10/5/2022

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario