Realidad y materia
La triple perspectiva:
ontológica, óntica y metodológica
El
materialismo abarca una triple perspectiva: ontológica, óntica y metodológica.
Desde
la perspectiva ontológica el concepto de materia tiene que ser consecuente con
la pluralidad ontológica que nos muestra la realidad. Por ello no puede ser
obtenido a partir de las ciencias, sino que hay que buscarlo en la filosofía,
es un concepto ontológico. Dicha postura ontológica conjuga, pues, el monismo
con el pluralismo; todo es materia, pero dicha materia se manifiesta en
infinidad de modos distintos. La materia es un conjunto de intensidades y cada
modo es un nivel de intensidad diferente.
También
desde el punto de vista ontológico, el materialismo es un concepto
trascendental que solo puede obtenerse mediante un regreso destructor de las
materialidades concretas y es una condición de posibilidad de dichas
materialidades.
A
un nivel Óntico la materia podría concebirse como un sustrato energético
molecular, en continua evolución, que adopta diferentes estructuras, según los
distintos niveles de la realidad. Esta es una concepción neovitalista de la
materia.
Desde
el punto de vista metodológico, el materialismo es un imperativo: el imperativo
de la inmanencia, consistente en la exigencia de no aceptar explicaciones de
tipo trascendente a los fenómenos y, por otra parte, de desarrollar una idea de
la materia que sea capaz de acoger la pluralidad de la experiencia.
Por
todo ello la idea de materia no puede ser nada fijo, sino que evoluciona para ajustarse
a los campos nuevos de la realidad que la ciencia va descubriendo.
Según
G. Bueno, el materialismo es el resultado de una metodología crítica: la crítica
a la tesis de la unidad del ser, es decir, a la idea de una armonía
constitutiva del Universo.
El
materialismo debe ser también un estructuralismo, según el cual los elementos
se presentan ordenados en estructuras relativamente independientes entre sí, y
cuyos efectos suelen ser locales.
Finalmente,
el materialismo crítico como doctrina es lo suficientemente amplio como para
acoger en su seno las aportaciones previsibles de la ciencia.
Las
ontologías materialistas de Ferrater y Bunge
Pensadores
en estrecho contacto con la ciencia y la filosofía de la ciencia, como Ferrater
y Bunge, han desarrollado ontologías materialistas bastante potentes en nuestra
época.
El
materialismo de Ferrater es emergentista, evolucionista y racionalista a la
vez. Es un pensamiento pluralista que estratifica la realidad en cuatro
niveles: físico, orgánico, social y cultural, entre los que establece
relaciones de continuidad.
Por
su parte, Bunge desarrolla una ontología materialista que integra en su seno a
unas concepciones materialistas de la vida, de la mente y de la cultura,
basadas todas en la idea de que “todo ente material es cambiable cuando menos
en lo que se refiere a su posición respecto a otros entes materiales".
Para
Bunge el materialismo no es una filosofía única sino una familia de ontologías
que tienen en común la tesis “cuanto existe realmente es material”, o la tesis
inversa de que “los objetos inmateriales, tales como las ideas, carecen de
existencia independiente de las cosas materiales, tales como los cerebros”. El
materialismo de Bunge caracteriza un objeto material como aquel que puede estar
por lo menos en dos estados, de modo que puede saltar de uno a otro. Y, dado
que la materia es un conjunto, es decir, un objeto abstracto, no existe de
manera en que existen los objetos materiales y no es material a la vez. Para
Bunge la realidad es idéntica a la materia, es decir, los únicos objetos reales
son materiales.
El
materialismo de Bunge es un monismo substancial, solo hay una substancia, pero
es un pluralismo de propiedades. Este materialismo burgeniano es emergentista y
distingue varios niveles de entes: físico, químico, biológico, social, técnico.
La
cuestión mente-cuerpo
Hay
dos problemas fundamentales que se plantean a un pensamiento materialista: el llamado
mente-cuerpo, que supone una reedición moderna del problema clásico entre el
cuerpo y el alma, y el elaborar una teoría materialista de la cultura.
Según
Bunge, el enfoque materialista del problema mente-cuerpo supone que su objeto
de estudio es el sistema nervioso central y, en particular, el cerebro. Esto
supone que la mente no es un ente separado del cerebro, sino más bien la
colección de actividades del cerebro o algunos subsistemas del mismo, que surge
de manera emergente en algunos animales dotados de sistemas nerviosos de gran
complejidad.
Consecuencia
de ello es que no hay un alma o un yo que sería el sujeto de los actos
mentales, como hay un cuerpo que es el sujeto de los actos corporales; la
conciencia de sí mismo no es sino una operación ejecutada por un organismo que
relaciona ciertos procesos neurales en un contexto que podemos llamar “sí
mismo”, de manera metafórica, pero no hay un fantasma en la máquina, como un
piloto en un navío, como ya denunciaba Ryle.
Materialismo
cultural
En
cuanto a la posibilidad de una teoría materialista de la cultura, ésta comienza
a desarrollarse basándose en el trabajo de antropólogos como Martin Harris,
padre del materialismo cultural.
Bunge
esboza una teoría de la cultura según la cual las culturales constituyen uno de
los cuatro tipos de actividades que mantienen unida una sociedad, siendo los
otros tipos: las biológicas, económicas y políticas. Toda sociedad es un
sistema que consta de tres subsistemas
principales: la economía, la cultura y la política, cada uno de los
cuales constituye un conjunto de relaciones sociales centradas respectivamente
en la producción material, la producción cultural y la administración política,
y que ponen en funcionamiento el trabajo material, el trabajo cultural y el trabajo
administrativo.
Comentario
de texto
Es
usual contraponer “ideología” a “ciencia”. A su vez, la palabra “ciencia”
envuelve una ambigüedad característica. En un sentido muy general, parece poder
significar simplemente el descubrimiento, la potencia o presencia de la cosa.
Por otra parte, parece justo restringir “ciencia” al significado de saber
óntico, contraponiéndola a la ontología. Pero, además, si tenemos en cuenta que
la Edad Moderna acuña un concepto rigurosamente propio de cuál es el verdadero
conocimiento de lo ente, la palabra “ciencia” parece destinada a designar
únicamente este modo modernamente válido de saber óntico. La asunción ingenua
de este último sentido de la palabra “ciencia” como idéntico con el primero,
sin saber siquiera que se está asumiendo sentido alguno, sin darle siquiera
expresión consciente, y, por tanto, rehusando preguntar qué supuestos hay en
él, es la actitud del positivismo. Para el positivista, lo “científico” es
simplemente lo que vale, lo verdadero en general.
En
la usual contraposición de “ideología” y “ciencia”, la ”ideología” aparece,
pues, como una especie de deformación de la imagen de la realidad con respecto
a una “realidad verdadera” o a una “realidad en sí”. Esa “realidad en sí” o
“realidad verdadera” sería el objeto y contenido de la ciencia; ésta expresaría
la constitución, las “leyes”, de la realidad verdadera, no deformada por la
ideología. (F. Martínez Marzoa, la Filosofía del Capital, Cap.
VIII).
En
la interpretación, que tradicionalmente se hace de la filosofía de Marx, suele
contraponerse la ideología, entendida como supraestructura, a la propia
estructura o base económica (el sistema de producción), estableciéndose un
orden jerárquico: el sistema de producción determina la ideología.
Sin
embargo, Martínez Marzoa rechaza en la presente obra tal afirmación por
considerar que no responde a las intenciones de Marx (así como rechaza también
la interpretación que se suele hacer del materialismo histórico marxista)
Efectivamente,
para Marx la llamada estructura económica de la sociedad moderna es una
construcción ontológica (esto es, un qué significa ser), lo cual equivale a
identificar, en Marx, la ontología (la filosofía) con el análisis de eso que se
entiende como “base real o económica”.
Partiendo
de esta tesis, Marzoa trata de deshacer, en el texto objeto del comentario,
algunos equívocos que conducen a la falsa interpretación del concepto de
ideología que se atribuye a Marx.
El
texto dice que es usual contraponer ideología y ciencia, pero esta segunda
palabra suele revestir ambigüedad. Así, para el positivismo la ciencia no tiene
carácter ontológico, de ahí que en esa corriente filosófica la ciencia se
limite a mostrar lo óntico, es decir, los entes. En cambio, en el marxismo la ciencia tiene
carácter ontológico, ya que ’El Capital’ de Marx es una explicación ontológica
de la teoría del valor.
Es,
pues, la falsa contraposición entre ideología y ciencia lo que lleva a
interpretar la primera como una imagen deformadora de la realidad verdadera,
que sería, según esta tesis, el objeto de la ciencia.
Por
otra parte, esta tesis encierra la paradoja de que, aún siendo una “sociedad”
lo que se menciona como “base”, la explicación de la ideología por esa “base”
se sitúa en mecanismos que operan sobre el nivel individual como una influencia
de “las condiciones sociales” sobre el cerebro o la psique del hombre.
En
cambio. Estas consecuencias son enteramente ajenas a cualquier aspecto de la
obra de Marx, cuyo rigor, a la hora de considerar al individuo como responsable
de sus actos, nada tenía que envidiar a Kant.
Por
otro lado, Marx no estableció como concepto general y previo eso de la “base”,
la “ideología” y la determinación de la segunda por la primera, porque no
estableció un concepto general previo de “modo de producción” o de “estructura
económica”, para luego pasar a un caso concreto de ese concepto general (a
saber: el caso moderno), sino que cualquier concepto general de ese tipo es una
abstracción posterior a partir de algo singular que Marx logra descubrir como
naturaleza y destino del mundo moderno. Por lo mismo, no hay un concepto
general de “ideología”.
Lo
que hay es que Marx, al descubrir aquella estructura ontológica que él designa
como “modo de producción moderno”, encuentra que la misma es de tal índole que
la propia actuación de ella genera una determinada apariencia de ella misma
para sí misma, apariencia distinta de la manera en que esa estructura aparece
para “nosotros” (es decir: para el propio análisis que Marx realiza). Esto es
lo que se entiende al diferenciar entre forma y sustancia.
Examen
de Metafísica I
Uned,
Gijón. 10/5/2022
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