Llama la atención por lo
candoroso de sus argumentos la carta de don Fernando Cuesta Garrido, publicada
en esta sección el 30 de marzo, titulada ‘El autobús’, defendiendo la tesis de
que la ocurrencia de pasear un autobús por Madrid con las frases impresas de
“Los niños tienen pene” y “Las niñas tienen vulva” resulta del todo inofensiva.
Basa su argumentación en que esas frases responden a una realidad
incuestionable; lo cual es cierto, si de una realidad biológica se tratase.
Pero se le escapa que no es en esa realidad donde se juega esta partida, sino
en el ámbito de la moral. Y aquí la intención de los promotores de la
ocurrencia de demonizar por inmorales determinados comportamientos como la
transexualidad o la homosexualidad resulta manifiesta.
Y no, señor Cuesta, la
indignación mostrada por amplios sectores de la sociedad no es tanto por
incitación al odio (que también), como dice usted, cuanto por tratarse de un
ataque en toda regla a los valores democráticos. Concretamente al más básico:
el de la libertad; la libertad que hace referencia a la autonomía del ser
humano para determinar por sí mismo su propio código moral.
El tiempo en que determinadas
instancias imponían su concepción de la vida buena, en nombre de religiones o
de otras ideologías, ha pasado (o debería haber pasado) a mejor vida.
Gijón, 30-3-2017
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