martes, 19 de julio de 2016

Examen antropología (6)


3.- Siguiendo el razonamiento de Verena Stolcke, sintetiza y reflexiona sobre la relación que establece entre sexismo y racismo en la construcción de la desigualdad en las sociedades de clases.
El sexo hace referencia a la división genética y fisiológica entre hombres y mujeres. Se puede apreciar empíricamente, no solo por el aspecto físico (dimorfismo), sino también genéticamente, por la diferencia de cromosomas (‘X’ e ‘Y’ para los hombres y ‘X’, ‘X’ para las mujeres). El género alude a la construcción cultural que las distintas sociedades hacen con los individuos en función de la diferencia de sexos. Así, aparecen los roles de género (el papel asignado a hombre y mujeres), y la estratificación de género (los diversos status atribuidos a hombres y mujeres). Consideraciones parecidas, pero en otro ámbito, se pueden hacer a la hora de distinguir entre el significado de los términos ‘raza’ y ‘etnicidad’.
Verena Stolcke, en su escrito ‘¿Es el sexo para el género lo que la raza para la etnicidad… y la naturaleza para la sociedad?’ estudia la relación que hay entre raza, etnicidad, sexo y género y encuentra vínculos entre estos conceptos que conducen a la estratificación de la sociedad en clases sociales. Venera afirma que, en la sociedad burguesa, las diferencias sociales han sido naturalizadas con fines de dominación política y económica y en esa “naturalización” se produce la intersección entre el trinomio de clase, raza y género. Pero la autora va más allá y somete a la propia noción de naturaleza a un examen crítico.
Dicho de otro modo, Verena examina, por un lado, cómo en la sociedad de clases tienden a legitimarse y a consolidarse las desigualdades sociales, conceptualizándolas como si estuvieran basadas en diferencias naturales inmutables y, por otro, cómo estas supuestas diferencias naturales subyacentes pueden ser ellas mismas construcciones culturales.
La cuestión principal remite a la propia “naturaleza” de las diferencias naturales que son dotadas de significado social en el afán de legitimar las relaciones desiguales de poder. Para Stolcke la desigualdad de género en las sociedades de clases resulta de una tendencia histórica típica de la modernidad a “naturalizar” ideológicamente las desigualdades socioeconómicas que imperan. Esta “naturalización” es un subterfugio ideológico que tiene como fin reconciliar lo irreconciliable, a saber, la ilusión liberal de que todos los seres humanos, libres e iguales por nacimiento, gozan de igualdad de valor y oportunidades, con la desigualdad socioeconómica realmente existente, en interés de los que se benefician de esta última. Esta “naturalización” ideológica de la condición social desempeña un papel central en la reproducción de la sociedad de clases y explica el significado especial que se atribuye a las diferencias sexuales.
El enfoque marxista según el cual la lucha de clases tiene una base económica en las relaciones de producción y los conflictos raciales constituyen manifestaciones ideológicas de la lucha de clases puede ser reduccionista. Hay pensadores, como Wolpe, que ponen en cuestión esta noción de las clases como entidades económicas unitarias con intereses compartidos e insisten en que pueden darse fisuras dentro de ellas, ya que las clases son construidas no solo por las relaciones económicas sino también por procesos políticos e ideológicos. Un ejemplo concreto de tales escisiones lo da la lucha salarial, que puede incorporar, más allá de los cálculos económicos, criterios tales como la raza y el género. En otras palabras, concepciones ideológicas y culturales pueden ser utilizadas en interés de la acumulación de capital y pueden socavar la cohesión de clase. No obstante, el sistema de producción continúa siendo, en último lugar, la instancia donde se origina la lucha de clases. Verena sugiere, en cambio, que el racismo y el sexismo son doctrinas vinculadas y constitutivas de la propia desigualdad de clases en la sociedad burguesa.
Finalmente, Stolcke aborda el tema de la revisión crítica que se está haciendo en la actualidad del dualismo cartesiano (distinción entre naturaleza –que sigue las leyes naturales- y cultura –creaciones humanas-). Así, señala que la biotecnología, esa zona “híbrida” donde la “naturaleza” y la “cultura” se encuentran, ha valorizado enormemente el sexo, en especial el femenino en la medida en que la investigación genética molecular exige ante todo material reproductivo femenino, es decir, óvulos y estos son escasos. Este nuevo giro biotecnológico sugiere pues que, después de todo, el sexo importa. La cuestión pendiente es cómo.


                                 Uned, Gijón, 10-6-2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario