El pasado día 23 de enero, este
periódico se hizo eco de la noticia del inicio del proceso de beatificación,
puesto en marcha por el Papa, del que fuera párroco de Nembra y de otros tres
feligreses de la misma parroquia, asesinados en esa localidad por milicianos,
en octubre de 1936, es decir, en plena guerra civil, originada por la
sublevación del ejército contra el legítimo Gobierno republicano.
La Iglesia es muy libre de
canonizar a quien considere oportuno (ya lo hizo con centenares de muertos,
pertenecientes al bando vencedor, al que apoyó precisamente en la contienda),
pero resulta lamentable leer noticias de este tipo, cuando hay miles de
víctimas, defensoras del régimen democrático, que siguen enterradas en las
cunetas. Después de 80 años de aquella perversa guerra fratricida aún no hemos
sabido hacerles justicia.
Resulta igualmente indignante la
parcialidad con que se da esta noticia, parcialidad que surge de lo que al
parecer son sus fuentes: el libro ‘Los mártires de Nembra’ del cura Garralda,
que, pretendiendo ser histórico, vulnera las más elementales normas del rigor y
de la imparcialidad que se debe a la historia. Es una vergüenza que nos alcanza
a todos que, después de 80 años de la guerra civil y 40 de democracia, aún tengamos que leer la
versión histórica de los vencedores.
Gijón, 24-1-2014
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