El resultado de las elecciones
del 20-D parece que fue producido por un espíritu maligno que quiere mal a los
españoles. Pero la política en una democracia no es cosa de los espíritus ni del azar sino de las
personas, es decir, somos los ciudadanos los responsables de esta situación,
empezando por los políticos. La explicación en este caso parece obvia: hace
mucho tiempo que prestigiosos politólogos nos vienen advirtiendo acerca de la
mediocridad de la clase política (reflejo, por otra parte de la sociedad). Ello hace que los
partidos políticos estén más preocupados de sus propios intereses que de los
intereses de los ciudadanos. Sin embargo, la salida de la crisis está cantada:
un salto cualitativo en la lucha por la democracia, lo que conlleva un cambio
en los partidos políticos que deben convertirse en verdaderos cauces de
participación ciudadana y una mayor conciencia política de la ciudadanía, lo
que conlleva una apuesta por la cultura. De no ser así, el poder financiero
seguirá gobernando el mundo con la connivencia del poder político y los
ciudadanos seguiremos reducidos a meras comparsas.
Gijón, 25-12-2015
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