Me han
parecido surrealistas las imágenes difundidas por la televisión en días pasados
en las que los dirigentes del PP se emocionaban hasta las lágrimas cuando se
intercambiaban alabanzas y mostraban su fidelidad y adhesión inquebrantable
hacia el líder indiscutido e indiscutible (¿caudillo?).
Y digo que me
pareció surrealista porque me hizo recordar el inmenso sufrimiento que sus
políticas, las políticas que están aplicando y defendiendo producen en miles de
ciudadanos, tales como los parados o los trabajadores precarios que son
expulsados de un día para otro de las empresas con absoluta impunidad por parte
de los empresarios y con total indefensión por su parte, o de los trabajadores
en general que se ven reducidos a la condición de mercancía.
Se me dirá
que soy demagogo, que la macropolítica, el déficit cero, las privatizaciones,
la precariedad laboral, etcétera, son necesarios para estimular la economía y
lograr el crecimiento. Aparte de que no me lo creo (habrá crecimiento, pero no
para todos y, repito, a costa del dolor de mucha gente), insisto que me parece
una paradoja, una burla macabra, la emoción y el entusiasmo mostrado por estos
políticos.
Este hecho pone
en evidencia, en mi opinión, que esta gente está desconectada del ciudadano de
la calle y que defiende los intereses de un colectivo de personas que vive bien
porque tiene dinero y ocupa posiciones de poder en la sociedad.
Por otro
lado, la sensiblería que mostraron en este acto contradice a la total falta de
sensibilidad mostrada cuando, no hace mucho, aplaudieron a rabiar (como hacen
siempre) la decisión de su jefe de apoyar la invasión de Irak, acción que todos
sabíamos que iba a causar (como así fue) miles de víctimas inocentes.
Gijón, 7-9-2003
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