martes, 5 de agosto de 2014

Reflexiones para una crisis


Uno de los rasgos más llamativos que afloraron en España con la crisis es la desorientación y el desconcierto político generalizados. No se puede considerar esto como algo novedoso, sino que ya existía en las décadas anteriores, pero entonces permanecía oculto porque, al ser los vientos económicos favorables, al ir subidos sobre la ola del llamado capitalismo popular (todos nos enriquecíamos), creíamos que esto de la democracia iba viento en popa a toda vela, es decir, desde la Transición, y por su mero hecho, nos considerábamos demócratas de toda la vida. Craso error. Con la crisis el espejismo se vino abajo y nos mostramos tal como somos: personas carentes de cultura y valores democráticos. De ahí la desorientación y que estemos dando palos de ciego. Pongo algunos ejemplos:
El sorprendente triunfo de Foro en Asturias, empleando el más puro estilo populista. El triunfo por mayoría absoluta del PP en España a pesar de los escándalos de corrupción, de sus burdas mentiras y de ser el máximo valedor de las políticas neoliberales causantes de la crisis. Y por parte de la izquierda, su incapacidad para unirse en torno a una política alternativa -la hay, se trata de recuperar el papel del Estado como regulador de la economía y redistribuidor de la riqueza- al neoliberalismo. Es, pues, la falta de cultura democrática lo que nos incapacita para hacer frente a la crisis y lo que nos impide reaccionar.
Conocido el diagnóstico, la terapia parece clara: la educación democrática que pasa por la cultura humanista. Son muchos los intelectuales que nos lo advierten, como la admirada Martha Nussbaum que vino a Asturias a decirnos cosas como ésta: “La filosofía tiene una capacidad única para producir una vida examinada, es una fuente de razonamientos y de intercambio de argumentos”. No parece que los vientos actuales soplen en esa dirección.


                                                             Gijón, 25-4-2013

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