Creo que
existe la opinión cada vez más generalizada de que a los ciudadanos se nos
engaña desde diversos ámbitos, siendo el político el más evidente (hay
políticos que alardean de hacerlo sin complejos). No es menos grave también que
hay demasiadas personas con una conciencia tan flexible que aceptan la mentira,
colaborando y haciendo posible así el engaño (da la impresión de que la
capacidad de mentir se acepta como una virtud). Una manera de deformar la
realidad, de la que quiero hacerme eco aquí, es la que emplea el sistema neoliberal
dominante para dar a conocer los índices de desarrollo económico y la riqueza.
Así, los indicadores utilizados (PIB, PND, Ibex, cotizaciones del dólar, euro,
yen, etcétera) reproducen los parámetros principales del modelo económico
conservador y ocultan la paradoja de que cuanta más riqueza producimos, más
pobres generamos.
Estas graves
disfunciones de nuestras sociedades han suscitado la reacción de eminentes
economistas que advierten del error, así como la aparición de numerosas
iniciativas (alguna en el marco de las Naciones Unidas) que abren nuevos cauces
para la determinación de la riqueza y la prosperidad desde otras perspectivas.
Éstas pasan por contemplar datos como la esperanza de vida, la tasa de
alfabetización o el PIB por habitante; recogen aspectos como la precariedad, la
siniestralidad laboral, el aumento del trabajo en la sombra, la discriminación
de la mujer, la violencia doméstica, la destrucción ecológica, etcétera. Se
trata así de liberar de su secuestro a las cuentas que dan cuenta de la
realidad para poder cambiarla.
Gijón,
16-2-2004
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