lunes, 4 de agosto de 2014

No es caridad, sino justicia


En días pasados un colegio religioso de Gijón celebró una jornada de puertas abiertas, y en un ambiente lúdico-deportivo sus alumnos se calzaron las ‘zapatillas solidarias’ para correr durante todo el día. El propósito aparentemente responde a una buena causa: recaudar dinero que se canaliza a través de una ONG para aliviar la situación de los pobres en África. Al mismo tiempo se hace publicidad del centro que siempre viene bien. Hasta la alcaldesa aprovechó para sacarse la foto.
Pero esta actividad tiene otro enfoque no tan positivo. Es el que le damos los que creemos que la situación de esas personas, que se cuentan por millones y que motivaron el acto, es consecuencia de las políticas tremendamente injustas que se aplican hoy día en el mundo, en lo que se viene a llamar la globalización neoliberal. Es decir, los males del mundo no son consecuencia de designios divinos (como el castigo divino por el pecado original, por ejemplo), que no tienen solución y ante los cuales, lo mejor que podemos hacer es la caridad como la que se practica en ese colegio (y como la que se viene haciendo durante siglos). Los males de este mundo, como el del hambre, tienen sus raíces en las políticas de las que en cierta medida somos responsables nosotros. “Otro mundo es posible”, reivindican los movimientos antiglobalización con escaso éxito por evidente falta de apoyo. En definitiva, no se trata de practicar la caridad, sino la justicia social a partir de las políticas apropiadas. ¿Se les enseña esto a los niños?


                                                          Gijón, 7-2-2014  

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