Hay columnistas habituales que,
por el título académico que exhiben, generalmente humanista (profesor de
Filología, de Filosofía, etc.), despiertan cierta expectativa por considerar
que su escrito nos va a proporcionar algo de sabiduría, pero la decepción de la
lectura resulta harto frecuente. Es el caso de uno de estos ‘enterados’ que
dedicó su columna a criticar a “los jóvenes y no tan jóvenes indignados” por
considerar que en el fondo su problema es que no saben lo que quieren.
Argumentaba que no le parecía mal que los jóvenes reclamaran atención, sobre
todo para enseñarles a relativizar las cosas y para recordarles el privilegio
de vivir en España. Remataba diciendo aquello tan manido sobre la democracia,
que se atribuye a W. Churchill: de que “entre todos los sistemas de gobierno,
la democracia es el peor, si exceptuamos todos los demás”. Hasta aquí llega su
pobreza argumental.
Puestos a hablar de democracia,
podría haber dicho, por ejemplo, que existen diversos tipos de democracia. Simplificando,
está la democracia liberal que se caracteriza porque los partidos políticos
compiten entre sí por el poder, como lo hacen las empresas en el mercado y ven
a los votantes como posibles clientes que, a su vez, votan con criterios
economicistas (mejora de su estatus económico). Hay otro modelo de democracia,
el participativo, en el que los ciudadanos se involucran directamente y a
diversas escalas en política. Para ello se precisa un tipo de ciudadano
diferente al consumista actualmente existente. Un ciudadano instruido, con
criterio propio y con otra escala de valores. En definitiva, un ciudadano que
responda al modelo perfilado por los inventores de la democracia: los grandes
filósofos griegos y los Ilustrados.
Gijón, 18-7-2011
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