Hay personas, políticos y
comentaristas incluidos, que tal parece que conciben la política como si de un
asunto de ciencia ficción se tratase; es decir, banalizan la política. A modo
de ejemplo de lo que digo, transfiero los argumentos que me daba un conocido
mío con el que tuve una conversación sobre temas de actualidad política.
Acerca del atentado del 11-M
afirmaba convencido que los responsables últimos había que buscarlos en el PSOE
y lo explicaba de la siguiente manera: mandos intermedios (no podían ser los
superiores, pues ésos eran políticos del PP) de las fuerzas de seguridad,
afines al PSOE (¿?), habían hecho la vista gorda ante el tráfico de la dinamita
en Asturias, con la retorcida intención de que fuera utilizada en un hipotético
atentado que hipotéticamente produjese la pérdida del poder del PP en las, por
entonces, futuras elecciones.
De la política española seguida
por el anterior Gobierno respecto a la guerra de Irak daba la siguiente
versión: todos sabíamos que era falso que Sadam Husein poseyera armas de
destrucción masiva. Si se mintió, fue para poder invadir aquel país a fin de
apropiarse de su petróleo. Este hecho no tenía para mi conocido ninguna
relevancia a la hora de confirmar su apoyo al PP.
De la manifestación contra el
matrimonio de los homosexuales a celebrar en Madrid en próximos días, era
decidido partidario. No porque fuese creyente, que no lo es, ni por algún tipo
de rigor moral en las relaciones sexuales (se declara más bien liberal en ese
terreno), sino porque considera que lo que en realidad pretende el PSOE con esa
medida es ganar los votos de ese colectivo.
A la vista de estos argumentos,
por desgracia bastante generalizados, creo que deberíamos hacer todos una
reflexión para ver qué tipo de convivencia pretendemos crear.
Gijón, 12-6-2005
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