La polémica permanente parece
acompañar a la nueva alcaldesa de Gijón desde que tomó posesión de su cargo y,
como la previsión es la de continuar por esos derroteros, conviene analizar las
causas del fenómeno. El origen hay que buscarlo en la particular manera que
tiene la regidora de entender la política. Los indicios resultan evidentes: en
los más de 30 años de vida democrática parece que nunca ejerció el derecho al
voto en unas elecciones; excluye a los políticos considerados de izquierdas de
los cargos de representación en las empresas municipales; no disimula su
malquerencia por la Semana Negra
por motivos ideológicos; afición manifiesta por la ‘fiesta nacional’ de los
toros y los actos religiosos; decide mantener su actividad profesional
(cirugía), presentándola como un compromiso personal con la caridad; critica a
los políticos que se quedan en el paro, con lo que muestra su prejuicio hacia
los parados; etcétera.
Estos hechos obedecen a un
modelo político claro: la tecnocracia. En este sistema la participación
ciudadana en la política se reduce al mínimo, apenas se tiene en cuenta el
pluralismo ideológico, y la gobernabilidad recae sobre profesionales (con bajo
perfil político), que dirigen los asuntos públicos con criterios empresariales.
Éste es el rasgo más característico de FAC y esto fue lo que votamos los
asturianos. En mi opinión hemos dado un paso atrás en las conquistas
democráticas, es decir, en el objetivo de conseguir una sociedad más justa y
hemos enfilado el camino de retorno hacia la España profunda.
Gijón, 29-8-2011
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