martes, 5 de agosto de 2014

La muerte de la Dama de Hierro


Con la muerte en días pasados de Margaret Thatcher se pone fin al ciclo vital de la troika que, al filo de los 80 del pasado siglo, puso en marcha lo que se conoce como la revolución conservadora. Los otros dos miembros fueron Reagan y el papa Wojtyla. Pero su desaparición física no supone, ni mucho menos, el fin de la política que iniciaron y que hoy tiene la fuerza de un tsunami: el neoliberalismo. De aquellos polvos, estos lodos. De aquel inicio, caracterizado por la imposición de los fundamentalismos: el económico, que sacraliza los mercados; el político, que repudia lo público; el social, que demoniza a los pobres; y el religioso, que recupera el dogma cristiano, llegamos a la inmensa crisis de la que no se vislumbra la salida.
Lo que caracteriza a estos tres líderes no es que fueran unos visionarios capaces de señalar un camino, sino que interpretaron correctamente la preferencia de la mayoría electoral satisfecha. Ésta es la tesis defendida por el economista John Kenneth Galbraith en su libro ‘La cultura de la satisfacción’. Percibe este autor la sociedad dividida en tres clases: el tercio de los muy ricos, el de los muy pobres y el intermedio que vive bien. El posicionamiento de este grupo respecto a los contiguos resulta políticamente determinante, siendo la realidad que se solidariza con los ricos en lugar de con los pobres.  Si bien esta postura, vista de manera egoísta, es comprensiva (a todos nos gusta vivir bien), resulta que, más a la corta que a la larga, sus consecuencias serán (ya lo son) desastrosas para todos.


                                                               Gijón, 10-4-2013 

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