lunes, 4 de agosto de 2014

La fiesta del trabajo


El pasado uno de mayo se celebró la habitual fiesta del trabajo que, como siempre, tuvo un marcado carácter reivindicativo. La elevada asistencia de ciudadanos a las manifestaciones está más que justificada por el grave deterioro de los derechos de los trabajadores, siendo este colectivo uno de los más castigados por la crisis.
Existe, no obstante, el riesgo de que estos actos se conviertan en un ritual con el que hay que cumplir año tras año por tradición o costumbre. Puede pasar algo parecido a lo que ocurre con las procesiones de Semana Santa, con la diferencia de que, en lugar de ir detrás de un santo, se va detrás de una pancarta. Si es así, estas manifestaciones tendrán poco valor a efectos de transformar las condiciones laborales.
Algo parecido ocurre con los mensajes que figuran en las pancartas y emiten los líderes sindicales. “Sin empleo de calidad no hay recuperación. Más cohesión social para más democracia”, dice la pancarta que encabezó la manifestación de Mieres. La obviedad de estos asertos es indudable, pero ¿quién hará realidad los objetivos de empleo de calidad y de cohesión social? A estas alturas de la historia se sabe que no serán los políticos actuales, de uno u otro signo, los que lo logren. Han de ser los propios ciudadanos los agentes del cambio. Sin embargo, parece que nadie transmite esta idea. Los mensajes que emiten los líderes sindicales, del tipo “La dignidad se defiende en la calle”, resultan equívocos por cuanto, en una democracia, la acción política –y la consiguiente conquista de la dignidad- no se hace en la calle, sino en las instituciones (partidos y sindicatos mayormente). La calle para lo único que sirve es para manifestar la protesta, el enfado y la indignación, pero no para hacer política.


                                                               Gijón, 2-5-2014 

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