Izquierda Unida se ha lanzado a
realizar una política en defensa de las identidades y nacionalismos que, creo,
la aparta de lo que hasta hace poco eran sus señas de identidad y, sobre todo,
de la trayectoria que históricamente siguió el partido principal de la que
surgió: el PCE. Así, en unas declaraciones a este periódico, el 25 de junio, su
coordinador general en Asturias, Jesús Iglesias, decía textualmente
refiriéndose al bable: “No nos engañemos. Si no se reconoce la oficialidad, por
más planes que haya, el asturiano seguirá siendo una lengua amenazada y
condenada a desaparecer”.
No deja de ser sorprendente que
IU muestre tanto interés por la desaparición del bable (está perdido, el pueblo
no lo habla) y, en cambio, no parezca estar especialmente preocupada por la
pérdida de algo de mucha más importancia como es la ideología de la izquierda.
Porque, igual que existe una
cultura de derechas, que es la que se deriva del neoliberalismo económico
imperante, y que, por ser omnipresente, se llama “pensamiento único”, existe
igualmente otra cultura de izquierdas que representa conceptos, percepciones de
la realidad, valores éticos y conductas diferentes a la primera, que está reducida
a mínimos (la gente de izquierdas está recluida en sus casas). Esta cultura fue
la que tenían miles y miles de ciudadanos, antepasados nuestros, que lucharon
por lograr sociedades más justas, libres, igualitarias, cultas y pacíficas, de
tal manera que la democracia de la que ahora disfrutamos (muy poco valorada,
por cierto) se debe en gran medida al esfuerzo y, en la mayoría de las veces,
sacrificio de dichas personas.
No es de extrañar que IU esté
dramáticamente dividida y, lo que es peor, esté ella misma al borde de
desaparecer. Hasta tal punto se ha alejado de sus orígenes.
Gijón, 27-06-2005
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