Hace pocos días, el último premio
Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, publicó el prólogo del que va a ser su
próximo libro, que titula ‘La civilización del espectáculo’. Es una especie de
grito de protesta a la vez que de reafirmación personal. Protesta por una
sociedad, la actual, que ha dado la espalda a la cultura, tomada ésta en el
sentido de la excelencia y que se adquiere, en palabras del propio escritor, a
través de “las creaciones artística y literarias, las ideas filosóficas, los
ideales cívicos, los valores y, en suma, toda aquella dimensión espiritual
llamada antiguamente la cultura”. Cultura ésta, nos dice Vargas Llosa, limitada
hasta hace poco a un reducido grupo, pero que jugaba un papel importante como
referente social: permitía la interpretación de la realidad y la posibilidad de
encararla para transformarla. En la actualidad, continúa el escritor, esta
cultura ha desaparecido, barrida por una civilización que califica del
espectáculo y que se caracteriza por estar instalada en la banalidad del
entretenimiento y el consumo.
Ante este desolador panorama,
Vargas Llosa formula su protesta personal y reafirma su condición de hombre
libre, que busca el saber; saber para entender y saber para vivir la existencia
de la única manera en que merece la pena ser vivida: en su condición humana.
Gijón, 22-2-2011
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