Me gustaría sumar mi opinión a las miles que se
están dando sobre el hundimiento del Prestige y la consiguiente marea negra a
través de su periódico.
La primera lectura que hago de esta tragedia es la
inutilidad de los políticos para prever y evitar éste y cualquier otro tipo de
acontecimientos similares (véanse las guerras, las hambrunas, o mismamente
nuestra crisis regional). Los políticos hace tiempo que han perdido el
protagonismo a la hora de actuar sobre la realidad para mejorarla y simplemente
se dejan llevar. No están al servicio de los intereses de los ciudadanos, sino
al servicio del gran capital, de los grandes especuladores, auténticos detentadores
del poder que imponen sus reglas del juego y su sistema de valores. Su
impotencia la disimulan pronunciando discursos vacíos y con enfrentamientos
entre sí estériles y ridículos.
La segunda lectura es sobre el comportamiento
ejemplar de los afectados por la tragedia y de los miles de voluntarios
dispuestos a sacrificarse para paliar, en la medida en que se pueda, los
efectos del desastre. Ciertamente este comportamiento es, como digo, ejemplar y
digno de alabanza, pero lo que ya no me parece ejemplar es la falta de
compromiso de estos ciudadanos y de la ciudadanía en general para asumir las
responsabilidades políticas necesarias para prevenir y evitar este tipo de
cosas, o, dicho con otras palabras, la falta de compromiso político, la
inhibición de las responsabilidades cívicas. No es acudiendo a millares a
limpiar el litoral gallego de galipote como atacaremos el problema de raíz,
sino acudiendo a las organizaciones políticas y a las instituciones públicas a
exigir información, a buscar formación y a comprometerse en la cuestión
pública. La democracia no es otra cosa. Si actualmente estamos en las antípodas
de este tipo de comportamientos, eso no significa que no nos planteemos
cambiar.
Gijón, 11-12-2002
No hay comentarios:
Publicar un comentario