lunes, 4 de agosto de 2014

Jungla legislativa


La noticia saltó a los medios: la fiscal y la acusación particular piden siete años y medio de cárcel para cada miembro de una familia (padres e hija). También piden 20.000 euros de indemnización e inhabilitación para el ejercicio de la profesión de la chica. Motivo de la pena: la denuncia interpuesta por una vecina de la familia por ruidos que emitía la hija, estudiante de música, cuando ensayaba en su piano. Este hecho, insólito por sí, adquiere tintes kafkianos, cuando conocemos que el proceso penal se prolongó desde el año 2007 hasta la actualidad, el juicio duró cuatro días, se presentaron cerca de 2.000 folios y comparecieron 38 declarantes. Afortunadamente, la cordura logró imponerse y el juez absolvió a los acusados, al tiempo que descalificaba a la fiscal y a la acusación: “En este proceso se ha disparado contra todo lo que se movía por elevación y con pólvora de rey”.
Pero éste no es un hecho aislado como pudiera parecer. Sin llegar a estos extremos, resulta frecuente que ciudadanos respetables se vean arrastrados a sufrir verdaderos calvarios como consecuencia de acusaciones por cosas que, objetivamente nimias (revelación de secretos, difamación, molestias, etc.), son elevadas a la categoría de delitos en base a interpretaciones inverosímiles de las leyes por parte de los profesionales del Derecho. La causa principal está, según los entendidos, en que el ordenamiento jurídico español es una jungla en la que cabe todo tipo de interpretaciones. Si a esto añadimos nuestra endémica picaresca y el rampante egoísmo, entenderemos la potencial amenaza en la que vivimos el común de los ciudadanos. Hay colectivos especialmente expuestos como el de la enseñanza o la sanidad, pero todos sufrimos en mayor o menor grado las consecuencias. Pongo algunos ejemplos: el Plan de Ordenación Urbana, la depuradora del Pisón, la Semana Negra, la regasificadora del Musel, etc. Basta que un grupo ecologista, un ciudadano particular o un partido político interpongan una querella para que estas obras, necesarias por el interés general, queden paralizadas. Si a esto unimos leyes sangrantes como la de desahucios y la indefensión ante las preferentes, el panorama resulta aterrador.
                                                         
                                                                  Gijón, 28-11-2013  


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