Éste es mi análisis de la
situación política del PSOE y de la sociedad española actual:
Estoy seguro de que en la mente
de todos los presentes, tanto dirigentes como militantes, hay la misma
preocupación: el PSOE tiene un grave problema. Tan grave, que si no acierta a
resolverlo corre el riesgo de desaparecer, lo que sería muy malo para el país y
una vergüenza para todos nosotros por traicionar al heroico pasado de los
socialistas que lucharon con gran sacrificio de sus vidas en la defensa de los
trabajadores y de las clases más desfavorecidas.
Este problema ya fue detectado
en la Conferencia
política del PSOE, celebrada el pasado mes de noviembre. Entonces se reaccionó
acertadamente, efectuando un giro a la izquierda que situó al partido en el
espacio político e ideológico que le es propio: el de la socialdemocracia, pero
no la de los últimos 30 años, la llamada Tercera vía, sino la de hace 40 o 50
años, la que toma a Keynes como referente para la economía (la economía social
de mercado). Este giro fue recogido acertadamente por Rubalcaba con una
expresión feliz: “El PSOE ha vuelto” (un resultado positivo de ese cambio es el
actual proceso de nombramiento del nuevo secretario general mediante votación
abierta de la militancia).
Pero el problema grave del PSOE
se puso dramáticamente de manifiesto en las elecciones para el Parlamento
europeo del 25-M, al recibir un gran descalabro en las urnas. El mensaje de las
mismas fue claro: se castigó severamente a los dos partidos mayoritarios que
gobernaron España durante más de 30 años de democracia, responsabilizándolos de
la monumental crisis que padecemos.
Pero llega la hora de señalar
ese problema, porque si no somos capaces de definirlo, escasamente podamos
resolverlo. Se trata de la falta de democracia interna del partido. Viene
recogido por uno de los gritos más coreados por los ciudadanos en las
manifestaciones: “No nos representan”, en alusión al mayor problema del país.
Las instituciones, desde la monarquía y el Parlamento, pasando por los partidos
y sindicatos, hasta el poder judicial, representan defectuosamente a los
ciudadanos, lo que invalida la democracia. Es el PSOE el que nos incumbe
directamente a nosotros.
Democratizar el partido supone
dar más protagonismo a la militancia. Este protagonismo se manifiesta en tres
puntos: elaboración de la política, elección de representantes y control de los
mismos para evitar corruptelas. La forma en que el ciudadano participa en
política es con la palabra (no tenemos otra cosa). Consecuentemente, habrá que
crear espacios de diálogo y debate donde podamos hablar y escucharnos, tanto
los militantes como los dirigentes. Este diálogo, para que sea eficaz, no ha de
basarse en opiniones u ocurrencias, sino en razonamientos y argumentos, por lo
que resulta exigente, es decir, requiere un elevado nivel de formación y
cultura.
Nos encontramos aquí, en mi
opinión, con el mayor problema de la sociedad española, el diagnóstico del mal
que padece: la falta de cultura y valores democráticos. La siguiente frase,
aparecida en una carta al director de El País, define bien la situación: “El
que siembra vientos recoge tempestades. La tempestad que ahora nos asola es la
consecuencia de 30 años de vientos de desprecio a la educación y a la cultura,
del ensalzamiento del pelotazo y el enriquecimiento fácil, de la ausencia de
una pedagogía que refuerce los valores democráticos”. Juan Manso.
Gijón, 7-6-2014
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