miércoles, 6 de agosto de 2014

Integrismo religioso


La beatificación, vía exprés (‘santo súbito’ reclamaban los más radicales), del anterior Papa culmina un proceso iniciado por él mismo y continuado por su sucesor, el actual Papa, de inexorable desmontaje de la obra de modernización y actualización de la Iglesia católica, llevada a cabo por el Concilio Vaticano II, para devolverla al integrismo religioso en el que se mantuvo durante siglos.
Lo tuvieron fácil, ya que aprovecharon la estructura piramidal de poder que caracteriza su organización para renovar desde la cúspide a la jerarquía eclesiástica, sustituyendo a los obispos conciliares, comprometidos con el pueblo, vinculados a la teología de la liberación, respetuosos con el diálogo y las libertades propias de los modernos sistemas democráticos, por prelados preconciliares, preocupados por la ortodoxia y obedientes a Roma.
En España se puede apreciar claramente este proceso. La transición política que siguió a la muerte del dictador habría sido mucho más difícil sin la colaboración de la Iglesia católica, recién salida del Concilio. Baste recordar algunos nombres como Tarancón, Añoveros o Díaz Merchán, por no hablar de los curas obreros.
Mucho han cambiado las cosas desde entonces. En la actualidad, los obispos vuelven a invadir las calles que siempre consideraron suyas y, bajo la consigna de evangelizar de nuevo Europa, intervienen descaradamente en la política usando, no sólo los púlpitos, sino poderosos medios de comunicación, propiedad suya, para transmitir sus trasnochados valores. La actitud del arzobispo de Oviedo, reservándose el ‘derecho’ de aconsejar en el momento oportuno a sus feligreses sobre el partido al que conviene votar o reivindicando la separación por sexo de los niños en las escuelas, como en los tiempos más negros de nuestro historia, es un claro ejemplo del proceso involutivo.


                                                   Gijón, 1-5-2011

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