El pasado domingo, día 4 de
marzo, se celebró en el teatro Jovellanos de Gijón un acto en homenaje a
Horacio Fernández Inguanzo con motivo del décimo aniversario de su muerte. Fue
un encuentro presidido por la emoción contenida de los asistentes que llenaban
el local. No podía ser de otra manera, pues, del recuerdo de Horacio sobresalen
sus cualidades humanas entre las que destacan su calidez y modestia que le
convertían en una persona cercana y entrañable.
A señalar la intervención del
periodista Lorenzo Cordero que hizo una glosa sobria, pero justa y acertada del
homenajeado. En ella la figura de Horacio se agiganta sobrepasando con mucho
los estrechos moldes de un partido o una ideología política para convertirse en
un modelo de político integro, inteligente, en contacto permanente con el
pueblo con el que intercambiaba ideas y opiniones.
Fiel a sus ideales comunistas luchó en la
contienda civil en la defensa de la legalidad republicana. Condenado a muerte y
conmutada la pena, padeció más de 21 años de cárcel por no doblegarse al yugo
del dictador. A la muerte de éste aceptó el sacrificio que supuso, tanto para
él como para el resto de la izquierda, la renuncia a la ruptura y al juicio
debido al anterior régimen (juicio, por cierto, aún pendiente) en aras de un
consenso que posibilitara la transición a la democracia.
Personas como Horacio se echan
en falta en estos tiempos en que, tal como recordaba el señor Cordero, los
políticos se han distanciado de los ciudadanos y las ideas que defendió siguen
siendo necesarias para regenerar una sociedad que se caracteriza porque el
trabajador ha renunciado a su condición de proletario para asumir la de propietario y ha dejado de ser
ciudadano para convertirse en cliente.
Gijón, 7-3-2006
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