Sobre las elecciones del 25-M se
pueden hacer dos valoraciones, una en clave europea y otra en clave nacional.
La primera es negativa porque ganó la derecha, es decir, ganaron las políticas
neoliberales, causantes de la crisis (mercados desrregulados, burbujas
financiera y del ladrillo, paraísos fiscales, paro, aumento de las
desigualdades, etcétera). Además, se produjo un grave ascenso de los partidos
xenófobos y nacionalistas (antieuropeos) como el francés, liderado por Le Pen,
que no presagia nada bueno.
Pero en España, al menos, las
elecciones tienen un significado en clave nacional y ése, en mi opinión,
resulta esperanzador, por lo que tienen de crítica severa a los partidos
tradicionales. Efectivamente, las urnas transmiten un mensaje claro: los
políticos profesionales no nos representan o nos representan defectuosamente.
No otra cosa significa el bajón de los partidos mayoritarios (PP y PSOE) que
tuvieron la responsabilidad del gobierno en España prácticamente durante todo
el periodo democrático, y la irrupción espectacular del nuevo partido
‘Podemos’, que recoge la indignación nacional del movimiento 15-M.
El carácter esperanzador del
mensaje consiste en que éste nos obliga a todos, representante y representados,
a hacer un esfuerzo por democratizar a España; es decir, nos avoca a una
segunda transición. Si la primera trajo una democracia formal, la de ahora ha
de ser la real. Ha llegado el momento en que los ciudadanos hagamos uso del
derecho que nos otorga la
Constitución de participar activamente en las instituciones
democráticas y asumir el protagonismo que nos corresponde. En eso consiste el
reto que tenemos por delante.
Gijón, 27-5-2014
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