La carta publicada en este
periódico el día 24 de febrero, “Ley de Memoria histórica”, argumentando sobre
la inconveniencia de promulgar esa ley, es la mayor razón que se puede esgrimir
para justificarla.
Resulta revelador
comprobar cómo su autor expone exactamente los mismos argumentos que, durante
la larga dictadura anterior, la propaganda de aquel régimen divulgaba un día sí
y otro también para justificar el cruel golpe militar, seguido de guerra civil,
que derribó la república democrática y estableció la dictadura.
Lo sé muy bien porque yo
escuchaba los noticiarios (entonces se llamaban partes) que a través de la
radio incluían arengas y alabanzas al régimen en las que se decía exactamente
lo mismo que afirma el señor de la carta. No había posibilidad de acceder a otra
versión de los hechos, la que haría el bando perdedor, por ejemplo, porque,
aparte de que casi lo exterminaron, no había libertad de información.
La famosa transición
democrática que siguió a la dictadura se hizo siguiendo el criterio de la
reforma que consistió, entre otras cosas, en extender un tupido velo sobre las
atrocidades cometidas por aquellos energúmenos.
Por razones de justicia
elemental con los vencidos, los grandes frustrados de nuestra historia
reciente, por razones de cultura y por razones de ética, es necesario que los
españoles dirijamos la mirada hacia ese calamitoso pasado y aprendamos las
lecciones que proporciona, a fin de que de una vez por todas seamos capaces de
entendernos y emprender juntos la senda hacia cotas más altas de democracia.
Gijón, 24-2-2008
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