Un comentarista político
habitual de este periódico defiende en su columna del 17 de noviembre, ‘Obispo
sin complejos’, la provocadora ingerencia del arzobispo de Oviedo en la
política, tratando de influir en sus feligreses para que voten opciones de
derechas. No sorprende que este articulista justifique la actuación sin
complejos del obispo, porque él mismo toma partido con frecuencia, igualmente
sin complejos, por unas determinadas siglas políticas, por cierto, en órbita
con las del obispo.
Concretamente, en este caso
afirma que el prelado se ajusta a las tesis de la Conferencia Episcopal
que está en la línea ideológica de la derecha, de la misma manera que no hace
mucho la Iglesia
asturiana publicaba documentos sociológicos en línea con la izquierda. El hecho
de equiparar ambas actitudes sin entrar a valorar cuál de ellas es la más acertada
(por ajustarse al espíritu del evangelio, por ejemplo), invalida el argumento y
lo convierte en manipulación. Respecto al derecho que tiene el obispo a opinar
libremente, es cierto, pero este argumento no tiene en cuenta que el estatus
social relevante que tiene no le fue otorgado por vía democrática, por lo que
su ingerencia en la vida política resulta fraudulenta.
Por lo que se ve, tanto el
obispo como el comentarista siguen las recomendaciones de su correligionario,
Aznar, que en sus ocho años de gobierno dio todo un recital de lo que es hacer
política sin complejos. Sin complejos metió a España en una guerra infame en
contra de la mayoritaria voluntad de los españoles, sin complejos desempeñó el
papel de correveidile del entonces emperador del mundo y sin complejos mintió
cuentas veces quiso.
Gijón, 17-11-2011
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